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Quizá por el origen tan humilde en que desenvolvieron su infancia o bien por las penalidades que sortearon en el trabajo rudo de su juventud, jamás de enorgullecieron de su opulencia económica a que habían llegado, pues lejos de practicar esto, procuraron hacer el bien a los necesitados sin distingo de sexo, ideología y clase.
Al morir don Bernardo el 22 de Junio del año de 1880, quedó su riqueza bajo custodia de sus hermanos Antonio  y Mariana. Desde esa fecha comenzaron a destinar sus capitales a obras de carácter social.

Mariana Gertrudis Ildefonso Sayago Dorantes nace el 22 de enero de 1817 en Naolinco, Veracruz, la mayor parte de su vida transcurrió  en Xalapa, Veracruz, a donde se traslado con parte de su familia. Su principio fue humilde y su destino luminoso: sus padres fueron el señor Eusebio Casimiro Sayago y la señora doña María de la Cruz Dorantes, tuvo cuatro hermanos, Guadalupe y Manuel quienes no abandonaron su natal Naolinco, Bernardo  y Antonio que llegaron a ser hombres acaudalados, de cuya fortuna la hicieron participe por herencia.

Doña Mariana muere el 17 de diciembre de 1896, dejando estipulado en su testamento, que la casona de su propiedad ubicada en Xalapeños ilustres 90, a su muerte, fuera destinada a la manutención y cuidado de los ancianos, deseo que se llevó a cabo en enero de 1897, fecha en que se fundó el asilo, como lo muestra una placa colocada en el descanso de las escaleras de la Casa Hogar .
Fue sepultada en el panteón  antiguo de Xalapa, donde se les erigió un mausoleo, rodeado por verja de hierro, reposa al lado de sus hermanos y de su padre, en simbólico monumento levantado a su espíritu benefactor. 

Los  Sayago fueron una familia ejemplar, porque supieron partir los dones que la vida les dio, para alivio de muchas existencias desafortunadas. Sin duda alguna al proceder tan generoso de estas personas, jamás se perderá en el transcurso incesante del tiempo, en lo perdurable de sus obras, esto hará que cada de uno de los que reciben sus beneficios, les tributen un recuerdo en el templo de su pensamiento y les prendan una lámpara en el sagrario de su corazón.

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